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lunes, 2 de febrero de 2009

REVISTA INTERVIU.


COMO DECIA EN EL ANTERIOR POST, O EL SURF ESTA CRECIENDO Y ACCEDIENDO A DONDE DEBE ESTA RO LOS MEDIOS SE APROVECHAN SOLO DEL SURF CUANDO LES INTERESA, OS ADJUNTO REPORTAJE REVISTA INTERVIU.
Reza el tópico que el surf es palmeras, playas de arena blanquísima, preciosas chicas en bikini y sol radiante. Justo todo lo que falta cada vez que Ibon Amatriain y Mikel Agote se echan a la mar para cabalgar sobre las inmensas olas que estos días azotan las costas del Cantábrico. Desde Isla Pancha, en Ribadeo (Lugo), hasta Aguiti, detrás del donostiarra monte Igueldo, estos dos surfistas se juegan el tipo frente a las rocas del litoral para domar olas de hasta 14 metros de altura. “Nos gustan las olas; las rocas no nos gustan nada, pero están ahí, así que intentamos andarnos con cuidado”, advierte Ibon cuando se le pregunta por qué se juegan el tipo de ese modo.

Ibon tiene 39 años y se subió por primera vez a una tabla con 7, lo que lo convierte en uno de los pioneros de la playa de Zarauz; Mikel, oriotarra de 30, empezó a hacer surf con 10. A simple vista podría parecer que son el maestro y el aprendiz, pero forman un equipo perfectamente compenetrado. “Cuando estamos en el agua, no hay tiempo para hablar. Nos basta con una mirada para entendernos”, asegura Agote.
Hasta hace seis años, estos dos guipuzcoanos se dedicaban al surf convencional, pero entonces descubrieron una nueva técnica inventada hace apenas una década en las playas hawaianas para coger olas muy grandes, “radicales”, las llaman ellos. “Como es imposible entrar a estas olas sirviéndose sólo de los brazos –explica Amatriain–, se utiliza una moto acuática para cogerlas. Ya es una práctica habitual en Hawái, Australia, Sudáfrica y el Cantábrico, donde seremos cuatro o cinco equipos los que lo intentamos”.

La primera moto acuática la consiguieron gracias al patrocinio de Pukas, la empresa guipzcoana dedicada a la fabricación y venta de material surfista donde ambos trabajan –Ibon, en el almacén, y Mikel, diseñando tablas para, entre otros, Aritz Aramburu, el único participante español en el mundial de surf–. Durante el primer año, persiguieron incansablemente las olas sin apenas resultado. “Fue un año muy malo, apenas salían olas buenas –recuerda Mikel–, pero eso nos sirvió para prepararnos mejor y adquirir experiencia, porque el salto entre hacer surf en la playa y lanzarse a mar abierto con la moto es enorme”. Y es que, aunque tardaron, las olas acabaron por asomarse a la costa, y no precisamente en los sitios más aconsejables. En Guipúzcoa, descubrieron la ola de Aguiti, en una rocosa cala a los pies del monte Igueldo de San Sebastián, y la de playa Gris, en otro rincón inaccesible cerca de Guetaria, y en Ribadeo, Lugo, Isla Pancha, donde en diciembre, además de coger unas olas espectaculares, tuvieron un susto grande cuando Ibon se cayó de la tabla y fue arrastrado contra las rocas. Sólo la experiencia y la forma física le permitieron aguantar el embate de las olas hasta que Mikel pudo acercarse con la moto y rescatarlo.
Y es que cuando se meten en el agua sólo cuentan el uno con el otro. Fuera no hay ni equipos de rescate ni ambulancias, sólo un compañero con un intercomunicador que les advierte de cuál es la ola a la que deben entrar. “No hay gente preparada para sacarnos de los marrones en los que solemos meternos”, reconoce Agote. Por eso, cuentan con el compromiso mutuo de ir el uno a por el otro si la cosa se pone fea, lo que ocurre de vez en cuando. “Yo creo que la situación más difícil fue una vez que perdimos la moto y Mikel tuvo que nadar más de una hora, con el agua a 11 grados centígrados, hasta que consiguió llegar a Zumaya. Menos mal que siempre ha sido muy buen nadador”, asegura Ibon mientras su compañero guarda silencio.
Físicamente, son dos portentos, aunque confiesan que la disciplina a la hora de entrenar no es su fuerte. “Hacemos gimnasio, piscina y también yoga, pero cuando podemos. La verdad es que no nos imponemos ningún horario”. Tampoco lo tienen en el trabajo: “Tenemos la suerte de que, como nuestra empresa es nuestro patrocinador, no tenemos ni que pedir permiso a los jefes. Cuando hay olas, nos vamos por ellas sin dar más explicaciones”.

Y así es como están consiguiendo sacar todo el jugo a la espectacular ola de playa Gris, una de las mejores, pero también la más peligrosa por la cercanía que hay entre la rompiente y las olas. Fue allí donde en 2006 Ibon cogió una ola de 14 metros que le convirtió en finalista al Premio XXL Billabong, el más prestigioso del mundo para olas grandes. No ganó, pero puede que lo haga en los años venideros. “Y si no lo conseguimos nosotros, puede que los que vengan detrás lo logren. Estas olas no tienen nada que envidiar a las de ningún lugar del mundo y el nivel de los surfistas de aquí cada vez se acerca más al de los mejores del mundo”.

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